marzo 18, 2011

Todos los tenemos.

Existen sonidos prohibidos, sonidos que no deben ser emitidos porque conducen al suicidio, suicidio del ser que por otro lado quiere ver.

Sonidos de los que hablo son los mismos que escucho cuando recuerdo la barranca con un rojo atardecer. Sonidos de los que hablo son los mismos que escucho cuando me recuerdo orando en el kaligüey, el kaligüey que alacranes ofrendo por el nombre de los presentes que soportando el calor cantábamos para que volviera a salir el sol, para que con él llegará nuestra sanación. La sanación no de cuerpos pero sí de algunos enfermos, enfermos procesando sentimientos reos. Sentimientos locos que no tienen ojos, ojos inexistentes porque no se les quiere tener, porque tener es poseer y la posesión pierde, pierde lo que quiere por eso es mejor no quererse, no querer la extensión cerebral que se acomóda en la cabidad ocular.

Los sentimientos buscan darse a otras cosas, cosas como los sonidos emitidos que quieren ser prohibidos por manejarse con dirección a otro sentido, el sentido de la barranca alta que regala colores cada tarde que quiere ser pasada, son las tardes que se acaban y les gusta ser observadas. Observadas por ojos comprensivos, ojos amigos, ojos incapaces de prohibir los sonidos ya emitidos.

Scarlett Mizraim

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